Es oportuno dar comienzo a la página web del Observatorio Ciudadano de Calidad del Aire en un momento en la que una pandemia de COVID-19 acrecienta el riesgo de enfermar y morir por una enfermedad respiratoria aguda. Las enfermedades respiratorias agudas son la principal causa de atención médica en todo el país y además está bien reconocida su vinculación con una mala calidad del aire. Por otro lado, la contaminación del aire es el primer riesgo ambiental en el mundo, reconocido así por la Organización Mundial de la Salud (OMS)
El tema de la contaminación del aire y sus impactos en la salud ha evolucionado durante los últimos cuarenta años en México y en el mundo. Todavía a principios de los años noventas, del siglo pasado, se cuestionaba la vinculación entre los altos niveles de contaminación y la mortalidad, y aún existen sectores de la población y entre los tomadores de decisiones que no creen que exista esta relación.
Si bien en algunos asentamientos como la Ciudad de México los niveles de los contaminantes descendieron entre la década de los noventas y el año 2004, a nivel nacional la exposición ha crecido en la medida en que el resto de las ciudades ha generado niveles de contaminantes altos y éstas han crecido mucho en términos demográficos; actualmente existen 15 ciudades con un millón de habitantes en el país.
Por otro lado, los avances en el conocimiento toxicológico y epidemiológico han permitido visualizar los efectos de la contaminación atmosférica no sólo en el aparato respiratorio, sino también los efectos cardiovasculares, cancerígenos y neurológicos de los contaminantes del aire; se añaden otros como pérdida de bienestar o pérdida de años de vida saludables. Estos daños se encuentran a concentraciones de contaminantes criterio cada vez menores, lo cual ocurre básicamente porque estamos respirando aire que contiene sustancias extrañas al organismo en comparación con un aire limpio: es como si en lugar de agua limpia, bebiéramos todos los días agua contaminada.
Uno de los efectos de los contaminantes atmosféricos en el cuerpo humano, es el mal funcionamiento del sistema inmunológico. Se reconoce que exposiciones crónicas a partículas suspendidas, dióxido de nitrógeno u ozono generan deficiencias en el mecanismo que nos permite responder a agresiones externas como lo son las bacterias y los virus. Es en este terreno que cobra importancia la exposición a virus nuevos como el SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19. La respuesta frente a este virus, como ha ocurrido con otros, no parece ser la misma en individuos que permanecen con altos niveles de contaminación en comparación con quienes respiran aire más limpio.
La primera evidencia de esta situación se presentó con la epidemia del SARS hace algunos años. Los estudios epidemiológicos mostraron que el riesgo de sufrir una versión grave de esta enfermedad se presentaba entre quienes vivían en ciudades más contaminadas. Durante los cinco meses de la pandemia actual, se ha podido generar información sobre la relación entre la contaminación, la incidencia y gravedad de COVID-19.
Los estudios realizados en China durante este año, mostraron una relación entre las concentraciones de contaminantes como PM2.5, PM10 y óxidos de nitrógeno, con el número de casos diarios de COVID-19. El número de casos diarios se incrementó más de 2% por cada incremento de 10 microgramos por metro cúbico de PM2.5, casi 7% por cada incremento de 10 microgramos por metro cúbico de dióxido de nitrógeno., considerando los días de rezago de la incubación de la enfermedad. En Estados Unidos, un estudio reciente (Wu et al.) evaluó la relación entre la exposición crónica a PM2.5 y la mortalidad de COVID-19, ajustando por variables demográficas y climáticas. Se reportó que el incremento de 1μg/m3 de PM2.5, aumenta 8% (IC 95%: 2%, 15%) la tasa de mortalidad de COVID-19.
Coincidentemente, muchas de las medidas recomendadas para disminuir la velocidad en la dispersión de la epidemia, contribuyen también a mejorar la calidad del aire. Como se ha visto en varias ciudades alrededor del mundo, la restricción en la circulación de vehículos y de actividades industriales ha disminuido sensiblemente la concentración de contaminantes. Es de esperarse que, considerando que la epidemia se va a alargar, muchas de estas medidas se mantengan si no completamente sí en un grado tal que los riesgos a la salud disminuyan.
Los seres vivos, entre ellos los humanos, son los que finalmente sufren y pagan el precio de políticas ambientales depredadoras y contaminantes con su salud. Es por ello que hemos exigido desde hace varios años, en que las propuestas de política pública se midan en términos de enfermedades y muertes generadas o probables, no sólo para esta generación sino también para las próximas. La decisión está en poner la salud de la población por encima de propuestas con ganancias en el corto plazo para unos cuantos, como está ocurriendo ahora en México al optar nuevamente por el petróleo como fuente fundamental y casi única de energía. Esta decisión impacta severamente en la salud y lo sabemos desde hace mucho. Sin negar que el mercado de energías alternativas puede ser igualmente copado por intereses privados y no necesariamente para el bien común, es imprescindible mirar hacia el futuro en este tema.
La calidad del aire en las ciudades y en las zonas rurales que aún utilizan leña y otro tipo de biomasa para cocinar, así como sus impactos en salud es un tema que ya no puede soslayarse dada la gran evidencia existente desde el lado de la ciencia. Este tema requiere de una vigilancia y observancia permanente. Los gobiernos de las ciudades mexicanas mantienen esta vigilancia con marcadas diferencias y enfoques entre ellos. La publicación del nuevo Índice de Calidad del Aire y Riesgos a la Salud construido en colaboración de autoridades, representantes de la sociedad civil y académicos, ha sido un avance pero no es suficiente. Por eso, saludamos con alegría la la iniciativa del Observatorio Ciudadano de Calidad del Aire. Estos observatorios han mostrado, en diferentes países y ciudades, ser una pieza clave en la movilización de la agenda de calidad del aire con los beneficios a la salud que conlleva. Las posturas independientes y bien fundamentadas de estos observatorios tienen mucho peso en la sociedad y en los gobiernos locales.
Por todo eso, y desde mi posición como estudioso del tema y como persona preocupada por la calidad del aire y la salud, saludo con gusto el arranque de la página web de este observatorio, el cual sin duda tendrá larga vida y constituirá un espacio de referencia para el país.
Dr. Horacio Riojas Rodríguez
Director de Salud Ambiental del Instituto Nacional de Salud Pública.