11 de junio de 2020
Es preocupante ver hacia dónde se dirige la discusión de las energías renovables en México. A raíz de la decisión de la Secretaría de Energía de detener el avance de la energías renovables, el debate que ha dominado la esfera pública durante el último mes ha estado guiado por una discusión que se ha reducido a dos cuestiones: la primera, si deben o no participar las energías renovables en la matriz de generación eléctrica -debido a su intermitencia y a la inversión que hace el Estado para interconectar estos proyectos- y la segunda, en la forma en la que estas energías deben participar en la red eléctrica, es decir, a través de un modelo privado o público.
Por lo tanto, una tercera vía debe estar basada en principios de democracia y soberanía energética. La democracia energética se refiere a los procesos para resistir, recuperar y reestructurar el proceso de transición energética. Este modelo se basa en: a) resistir el modelo dominante de la agenda energética el cual está fundamentado en la extracción de combustibles fósiles, el desarrollo de infraestructura contaminante y el despojo de tierras para hacer espacio para la generación de energía renovable, b) recuperar el sector energético para democratizar el acceso y localizar la gestión de la energía, desarrollar un modelo de generación de energía comunitaria, con financiamiento e infraestructura de transmisión y distribución públicas, y c) reestructurar el sector energético para guiarlo hacia un modelo de solidaridad planetaria más allá de la producción de una mercancía, hacia el desarrollo de proyectos de vida comunitaria, poniendo el valor de uso de la energía en el centro, como un derecho humano inalienable.