Cambio de coordenadas en la política del aire

Cambio de coordenadas en la política del aire

Al necesitar la participación de gran parte de la sociedad, la política de calidad del aire en el valle de México necesita ser comunicada eficazmente. Sin embargo, sus responsables encuentran cada vez más dificultades para su difusión. A la complejidad creciente de sus componentes se ha sumado, en este 2020, la pandemia de la Covid-19 que acaparó la atención de la sociedad y al reducir la circulación de vehículos automotores, le restó visibilidad al tema. La comunicación del cambio en el índice de calidad del aire y de la adopción de medidas más restrictivas tendría que crear condiciones más favorables a su recepción: ese cambio podría consistir en enfatizar su relación con la salud.

Las novedades en el frente

Treinta años después de la aparición del programa Hoy No Circula, las restricciones a la circulación de vehículos automotores parecen no sólo indisociables sino la principal de las respuestas colectivas para mejorar la calidad del aire. Esa simplificación, conformada a lo largo de décadas por la facilidad en economizar explicaciones, ha dificultado hacer aceptables las medidas que exige la actualización del combate contra la contaminación atmosférica.

En mayo de 2019 las autoridades del gobierno de la Ciudad de México, del estado de México y la Semarnat anunciaron un Programa para Prevenir y Responder a Contingencias Ambientales Atmosféricas. Se preveían tres fases (preventiva, fase I y fase II) y se distinguían medidas en función de quienes estaban llamados a observarlas, gobierno, industria, transportistas, comercios y servicios, particulares; pero en todo caso, para estos últimos incluían, en la fase II, la restricción a la circulación del 20% de los vehículos con hologramas “00”, “0”, la mitad de los portadores de hologramas “1” y el total de los que tienen hologramas “2”. Se buscaba inducir la disminución de ozono, y de las PM10 y las PM2.5, por lo que la activación de fases dependía de su puntaje en el índice de calidad del aire. Ese índice, estaba, sin embargo, destinado a desaparecer.

En noviembre de 2019 la Semarnat publicó una Norma Oficial Mexicana por la que se estableció un método único de cálculo y lineamientos de difusión del Índice de Calidad del Aire y Riesgos a la Salud (denominado índice Aire y Salud) que deberían aplicar, desde el 18 de febrero pasado, los sistemas de monitoreo de la calidad del aire estatales y municipales.

El índice Aire y Salud pone en relación la concentración de cada uno de los contaminantes criterio, cuyo valor límite está definido por Normas Oficiales expedidas por la Secretaría de Salud, con una categoría de calidad del aire y con un nivel específico de riesgo. Así, los rangos de los valores de concentración que el nuevo índice considera para la categoría aceptable son más exigentes que en el índice anterior y la relación de estos con la categoría de la calidad del aire (aceptable, buena, etc.) se vincula también con un cierto nivel de riesgo a la salud (riesgo bajo, moderado, alto, muy alto y extremadamente alto). Las diferencias entre los índices atañen otros aspectos, por ejemplo, en cuanto a la presencia de partículas suspendidas PM10 y PM2.5: el nuevo índice se basa en un promedio móvil ponderado, no de 24 sino de 12 horas, que da un valor mayor a la concentración de las últimas tres horas para reflejar mejor y más oportunamente las variaciones en la calidad del aire. La difusión de las explicaciones relacionadas con este cambio no se había dado cuando otras acciones de esta política fueron anunciadas.

En diciembre de 2019 se daban a conocer catorce medidas para mejorar la calidad del aire en el Valle de México y proteger la salud de la población. Se enfocaban en reducir concentraciones de ozono, de sus precursores, compuestos orgánicos volátiles y óxidos de nitrógeno, así como de partículas PM10 y PM2.5. Este anuncio incluía un nuevo esquema de verificación vehicular, es decir, cambios en las condiciones para el otorgamiento de los hologramas. La emergencia sanitaria de la Covid-19 vino a interrumpir la implementación de esas medidas y la adopción del nuevo índice. Primero suspendió y luego, alteró el calendario de las verificaciones vehiculares estableciendo que todo vehículo sería verificado una vez durante este año y prolongando la validez de los hologramas emitidos durante el segundo semestre de 2019. La medida confirmó lo que el sentido común dictaba, pero no esclareció la cacofónica sucesión de novedades en la política contra la contaminación del aire.

Los apuros de la difusión

Una de las dificultades para comunicar la política de calidad del aire es la tensión permanente entre tecnicidad e inteligibilidad. La explicación de la nocividad de los diferentes compuestos y partículas contaminantes y del papel de las condiciones climáticas en la calidad del aire, suponen movilizar tecnicismos y rigor científico; mientras que la necesidad de comunicar las decisiones de política, muchas veces traducidas en restricciones a libertades de los individuos, exigen, para ser aceptables, que sean enunciadas en mensajes comprensibles para un auditorio masivo.

Otro de los apuros está relacionado con que, además de hacer inteligible la tecnicidad, la comunicación de la política de calidad del aire debe ser capaz de explicar la relación entre las consideraciones científicas y las medidas concretas que afectan a los ciudadanos. La aceptación de las restricciones a la circulación y entonces, del papel de los vehículos automotores como fuente de la contaminación atmosférica debe mucho a las explicaciones técnicas que durante treinta años han sido difundidas entre la población, así como a la visibilidad y molestia de esas emisiones entre la población. Ese nivel de evidencia no es sin embargo tan claro en el caso de otros de los elementos y factores que determinan la calidad del aire.

El inesperado laboratorio de experimentación que la suspensión de actividades no esenciales derivada de emergencia sanitaria ofreció a los especialistas, aportó más evidencia de la importancia del parque vehicular en la calidad del aire, pero también de otros determinantes de la calidad del aire. Cierto, los niveles de concentración de contaminantes como el monóxido de carbono y el dióxido de nitrógeno descendieron al disminuir el consumo y uso de combustibles para automóviles. Pero, por otro lado, aunque no se desconocía la importancia de los incendios, de los vientos, de la temperatura, o del comportamiento de algunos compuestos orgánicos volátiles, se encendieron alertas por persistencia de contaminantes como las partículas PM 2.5. Se presentó entonces de manera apremiante la necesidad de formular explicaciones satisfactorias sobre la mala calidad del aire a pesar de la baja en la circulación de vehículos automotores, hasta entonces los principales causantes de la contaminación en la percepción de la población.

De cuestión ambiental a cuestión vital

La información sobre los componentes del aire que afectan su “calidad” se ha revelado poco capaz de interpelar a los receptores de los mensajes cotidianos sobre el tema. Hasta ahora, la comunicación política sobre lo que hace el gobierno para mitigar la degradación de la calidad del aire ha sido asociado al tema “ambiental” pero ello no se ha traducido en una desvinculación de éste como un tema de comunicación relacionado con las ciudades, con lo local, es decir, con el tránsito y la circulación. Y esto es comprensible pues las restricciones al uso de automóviles se experimentan en la vida cotidiana de muchas personas. Sin embargo, la inclusión de ese tema en la prensa y en noticieros audiovisuales como propio de la ciudad, ha afectado su capacidad de alertar a la población sobre otros peligros. Se compromete así el éxito de cualquier medida que busque trascender a lo que en nuestros días el Hoy No Circula ha normalizado. Más de la mitad de la población del valle de México ingresó a la adultez cuando ya existía esta restricción y eso facilita mantener la medida, pero no garantiza que otras sean aceptadas. Los rechazos masivos y la judicialización que generó el reforzamiento a las restricciones en el uso de vehículos (doble Hoy No Circula), en 2014, dan cuenta de ello.

Una propuesta para repensar la comunicación de la política de calidad del aire es reconsiderar que su lugar no es el de la protección al medio ambiente y menos aún el de la ciudad, sino intentar relocalizar el tema en el conteniente mediático de la salud. Sin desvincularse de su componente ambiental, la calidad del aire podría asociarse más al sector de la salud y con ello conservar su capacidad de ser relacionado con la vida cotidiana de la gente, como es el quedarse sin transporte, pero en un aspecto claramente más dramático como es el de afectación de la salud. Sólo entonces podría movilizar las conciencias hasta hoy aletargadas de los destinatarios habituales de los mensajes relacionados con las políticas ambientales.

 

Nota original: https://medioambiente.nexos.com.mx/?p=1133