Pareja explosiva: COVID-19 y partículas contaminantes

Pareja explosiva: COVID-19 y partículas contaminantes

Se han sumado estudios sobre la mala calidad del aire en zonas urbanas con la presencia más agresiva de casos de COVID-19

Nos rodean sin que nos percatemos de su constante acecho. Sigilosas y aerodinámicas, las partículas contaminantes se desplazan con libertad hasta encontrar abrigo en los cilios de un desprevenido bronquio pulmonar. La contaminación del aire acaba cada año con la vida de aproximadamente 7 millones de personas en todo el mundo.

Según los datos de la OMS, los países de ingresos bajos y medianos sufren la exposición más alta a estos contaminantes; se considera que nueve de cada 10 personas respiran aire en niveles tóxicos.

Desde el inicio de la pandemia se han ido sumando estudios de todo el mundo que vinculan la mala calidad del aire en zonas urbanas con la presencia más agresiva de casos de COVID-19. Según una reciente investigación encabezada por especialistas del Instituto Max Planck de Química, en Alemania, la exposición a largo plazo de la contaminación del aire podría estar relacionada con el 15% de las muertes por SARS-CoV-2 en todo el mundo. Los autores utilizaron datos satelitales de exposición global a partículas microscópicas, así como información proveniente de redes terrestres de monitoreo de contaminantes para calcular hasta qué punto se podría culpar a la contaminación del aire por las muertes que suma la pandemia.

La investigación arroja que el material particulado parece aumentar la actividad de la enzima ACE-2, el receptor en la superficie celular que está involucrado con la forma en que el COVID-19 infecta a las células. Es así que los contaminantes generan un efecto doble, pues dañan los pulmones, pero también aumentan la actividad celular que conduce a una mayor captación del virus por estos órganos, y probablemente también por los vasos sanguíneos y el corazón. Por otra parte, este estudio sugiere que las partículas más finas pueden prolongar la vida atmosférica del virus favoreciendo su transmisión.

POBLACIONES MÁS VULNERABLES

Para el doctor Oscar Augusto Peralta Rosales, del Grupo de Aerosoles del Departamento de Ciencias Ambientales en el Centro de Ciencias de la atmósfera de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), las ciudades con altos niveles de contaminación mantienen poblaciones más vulnerables a enfermedades respiratorias. Señala que esto se evidenció en nuestro país hace más de una década con la presencia de la influenza H1N1. El especialista señala que actualmente estudios en diferentes partes del mundo muestran que donde aumenta la concentración de partículas contaminantes en el aire, hay un mayor índice de personas hospitalizadas por el SARS-CoV-2, aunque aún no es muy claro el vínculo preciso de esta tendencia porque todas las ciudades cambian en su conformación de poblaciones, así como en cuanto a la quema y tipo de combustibles usados, entre otras variables.

Sin embargo, el especialista coincide con las observaciones de que en términos generales las partículas podrían generar una mayor incidencia de COVID-19 porque son muy pequeñas, pero lo suficientemente grandes para que el virus se deposite en su superficie y pueda ser transportado en el aire por largas distancias. “Estas partículas, al menos en ciudades como la nuestra, provienen básicamente de emisiones vehiculares, pero en los meses más fríos también provienen de la quema de combustibles para calefacción”.

Peralta Rosales abunda sobre la constitución de estos contaminantes: las partículas primarias se emiten directamente de los procesos de combustión y se dividen en dos clasificaciones: PM10 y PM2.5.

Las primeras son partículas que no duran mucho tiempo en el aire, se depositan en el suelo más rápidamente; mientras que las segundas permanecen más tiempo flotando. A las PM2.5 les da tiempo de reaccionar e incorporar otros compuestos formando partículas secundarias, por ejemplo, un vehículo emite óxido de nitrógeno, pero en el aire se convierte en ácido nítrico.

El frío tampoco ayuda en estas combinaciones de SARS-CoV-2 y contaminantes aéreos. El especialista explica que como el aire que nos rodea está más frío, se suele estratificar. “Se forma una capa sobre otra, es decir, se vuelve más compacto y lo que ocurre con cierta frecuencia es que se forme una especie de sábana, una capa de aire que impide que los contaminantes se dispersen y que se acelere su concentración”.

Aunque las restricciones de movilidad aún mantienen ligeramente abajo los niveles de contaminantes, la realidad para el investigador es que ya somos una población más sensible a estos compuestos desde hace muchos años. Esta condición, sumada a la baja de temperaturas y la presencia de la influenza estacional, crea una situación más compleja frente al COVID-19 en la que no se puede bajar la guardia.

DE CONTINGENCIAS, VIRUS Y BICICLETAS

El investigador señala que desde hace cuatro años se visibilizaron grandes contingencias en la CDMX por diferentes factores, como movimiento vehicular, condiciones meteorológicas e incendios en torno a la ciudad. Las contingencias pusieron a las autoridades en alerta, aunque quizá no totalmente en acción. “Necesitamos desplazar a gente en grandes volúmenes y a través de largas distancias. Se tendría que apostar por los servicios de transporte masivo, pero no construyendo tres nuevas estaciones de Metro, por ejemplo, sino tres nuevas líneas”. El entrevistado considera que se tiene que trabajar mucho más en los sistemas multimodales, como poder transportarse en bicicleta al Metro y de allí dirigirse a otro punto, pero que todo tenga coordinación y facilidades para estos desplazamientos. Agrega que las autoridades ya se dieron cuenta que es imposible seguir con dinámicas en las que históricamente se controlaban las altas emisiones vehiculares con programas como Hoy no circula, que se muestra insuficiente.

“El impulso de la bicicleta no es mala idea, pero hay que tener muchas consideraciones al respecto”. Peralta Rosales formó parte de un estudio sobre el uso de bicicletas en ciclovías en la CDMX, como la ruta emergente que se construyó recientemente en Insurgentes, donde se logra un trayecto de 20 kilómetros con facilidades para ser recorrido en una hora, el tiempo límite para que alguien que se dirija al trabajo pueda hacerlo sin llegar extenuado a sus labores.

Se comparó la exposición del ciclista a los contaminantes en los diferentes tramos con resultados diversos, pues mientras en Insurgentes Sur los ciclistas van a un costado de la avenida, alejados de los carriles centrales, donde circulan los metrobuses, en los tramos de avenida Félix Cuevas, tanto ciclistas como autobuses comparten el mismo carril, notándose inmediatamente el cambio en la cantidad de monóxido de carbono a los que están expuestos. Para el especialista no sólo se trata de abrir carriles y compartirlos con los usuarios de bicicletas, sino de encontrar un transporte verdaderamente sustentable que realmente proteja al usuario.

“Tenemos otro estudio sobre el impacto de emisiones contaminantes de grandes edificios con más de 20 pisos. Hablamos de entre 100 y 200 departamentos usando estufas, calentadores y tanques de gas que representan fugas al aire. Esto implica más emisiones contaminantes a la atmósfera en menos metros cuadrados, pues donde antes vivían 30 personas ahora habitan 2 mil”, señala al hablar sobre otros aspectos que también ha evidenciado el COVID-19, como el impacto de la poca planeación urbana, un tema que se ha vuelto un punto focal de las revistas científicas más importantes del mundo, debido a la relevancia que se le da en la actualidad a la llamada salud planetaria, en la que tener buena salud no sólo depende de nuestros hábitos, sino de los entornos que elijamos.

Nota original: https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1774251.pareja-explosiva-covid-19-y-particulas-contaminantes.html