Empresas gigantes de energía limpia se desarrollan en el mundo, con un tamaño y capacidad tecnológica y financiera iguales o superiores a las multinacionales históricas del petróleo o del gas, que dominaron la producción de energéticos durante más de un siglo. No tratan de perforar pozos ni de explotar yacimientos de combustibles fósiles, sino de electrificar la economía global con fuentes renovables, no contaminantes y con cero emisiones de gases de efecto invernadero. De manera visionaria estas empresas desplegaron tecnologías nuevas y anticiparon oportunidades cuando las energías limpias eran consideradas demasiado costosas, por ejemplo: Enel (Italia), Iberdrola (España), NextEra-Energy (Estados Unidos), Orsted (Dinamarca), China Energy Investment Corporation (China), y RWE AG (Alemania). NextEra-Energy ha superado incluso a Exxon Mobil en valor de capitalización, mientras que Enel, Iberdrola y Orsted actualmente tienen un valor superior al de empresas petroleras de tamaño comparable. Inversionistas que se arriesgaron por ellas en los mercados accionarios han multiplicado capitales en pocos años. Incluso, fondos de pensiones y aseguradoras ahora apuestan fuertemente por la energía solar y eólica. A esta cruzada capitalista por la sustentabilidad energética se suman varias de las empresas globales emblemáticas de hidrocarburos. Royal Dutch Shell (anglo-holandesa), invierte en empresas de energía renovable, y en redes de estaciones de carga para vehículos eléctricos. BP (británica) se ha comprometido a más de 50 GW de capacidad de generación eléctrica renovable para el 2030; y Repsol (española) invierte más hoy en día en energías renovables que en exploración de petróleo y gas. Todas las empresas mencionadas, y muchas más, se encuentran en el umbral de desplazar para siempre al petróleo y al gas como fuentes predominantes de energía, con instalaciones de energía solar fotovoltaica y eólica cada vez más grandes y más baratas. De hecho, Goldman Sachs prevé que este año la inversión total en energía renovable superará por primera vez al petróleo y al gas en el mundo. Esto, en el escenario de un proceso exponencial de electrificación del parque vehicular global. La electricidad sobrepasará en un par de décadas a los combustibles fósiles como energético en los vehículos, tanto privados como comerciales.
El sol y el viento son ya las fuentes de energía más baratas para generar electricidad, mucho más que las fuentes tradicionales de origen fósil como el carbón y el gas (no se diga el combustóleo, fetiche del inefable gobierno mexicano). hoy en día prácticamente aportan casi el 10% de la electricidad global, y se espera que su contribución llegue al 60% hacia mediados del siglo, de acuerdo a Bloomberg. En ciertos países como Alemania, Reino Unido y Dinamarca, las energías renovables cubren una proporción cada vez más considerable de la demanda eléctrica, lo cual se acrecentó notablemente durante la pandemia: la caída en la demanda hizo que centrales eléctricas de combustibles fósiles salieran de operación al no poder competir con las energías renovables. (Algo similar ocurrió en México, razón por la que el gobierno ha intentado bloquearlas a través de diversos acuerdos y decretos con la finalidad de reconstituir monopolios y reactivar plantas obsoletas y contaminantes de combustóleo propiedad de CFE, sin importar costos ni impactos devastadores a la salud de la población, ni las emisiones de Gases de Efecto Invernadero).
En los últimos meses, durante la pandemia, las energías limpias han llegado a aportar más del 75% de la electricidad despachada en las redes en varios países, y esto, sin mayores problemas de confiabilidad a pesar de la intermitencia del sol y del viento. Así se perfilan sistemas eléctricos de cero emisiones hacia el 2050, de tal forma que puedan cumplirse objetivos del Acuerdo de París contra el calentamiento global. Para ello se plantean ambiciosos paquetes de estímulos económicos por parte de los gobiernos –como el Plan Verde de Joe Biden para los Estados Unidos– y con un avance científico y tecnológico y generación de empleos sin precedente.
Asistimos verdaderamente a una Tercera Revolución Industrial, en el siglo de la electrificación total. Recordemos que “la era de petróleo no llegará a su fin por escasez de petróleo, al igual que la edad de piedra no concluyó por escasez de piedras.” Sólo un gobierno irracional, ignorante, retrógrado, fanático e incompetente puede desconocerlo.
Nota original: https://www.eleconomista.com.mx/opinion/Capitalismo-y-transicion-energetica-20201203-0144.html